Codex Calixtinus

"Todos los pueblos irán en peregrinación hasta la consumación de los siglos"

martes, 7 de diciembre de 2010

Un hombre es revivido cuando su nombre es pronunciado (Inscripción en la tumba familiar de Petosiris)


Antón Hurtado


"Abrí mi boca a mi alma y respondí a lo que dijo: Es demasiado duro para mí hoy, que no quiera hablar mi alma conmigo". Quizás pensaba Belit-Seri en estas palabras cuando se dirigió a su Maestro. Y es que Belit siente cómo el desorden y las sombras en las que van quedando sus palabras, están quitándole poder a la magia de su nombre, y que sus súplicas a los dioses no harán ya posible ninguna realidad. De momento, el escriba ha podido apaciguar las malas vibraciones de Isefet, el caos, la injusticia, la maldad, pero no bastan conjuros ni figuras retóricas si no se recupera el privilegio de Maat. La suma de las conjunciones tampoco le dará más sabiduría, pues en el País de las Palabras el único sendero es el de La Verdad y la Gran Palabra solo le corresponde al Faraón.

La palabra es el único vínculo que los une, a Belit-Seri y a Uxa, en su constante peregrinar. Es un privilegio que les fue concedido por Thot, que es dios de todos estos signos. En el Camino la palabra está en cada piedra que se pisa, en el árbol que da sombra, en las imagenes que nos esperan en las iglesias, en los símbolos y en las leyendas. Ya decía el Apostol Santiago que fuéramos "hacedores" de la Palabra; practicarla era avanzar en el Camino, superar nuevas etapas. Es un privilegio que sólo está concedido a los que recorren el sendero, a los seguidores de los preceptos de un poder superior.

Belit busca en el diálogo con el Escriba Haty un conjuro para recobrar la serenidad de las horas perdidas, la calma, la alianza que comparte en las palabras de Uxa, allá a orillas del Nilo, en las tierras doradas de su juventud. Desde entonces la palabra de los dioses se ha entristecido por tantas ausencias y jeroglíficos incompletos; no hay nada que pueda desvanecer las sombras que deja la ausencia de Uxa. Belit piensa en ella, y en las palabras, y en las letras, y en los nombres.

Uxa continua el Camino; los monjes del Monasterio de Oubona le recomendaron seguir su Leyenda Personal. Lo hace con un lenguaje diferente, una gramática basada en la decisión y la perseverancia. En dirección a Grandas de Salime la ruta comienza montañosa y exige esfuerzos y sacrificios, cansancio y soledad. Después desciende y atraviesa bosques, lomas, puentes de madera, concejos; pasa por Borres, Alto de Lavadoira, Monte Furado, Berducedo, entra en iglesias, visita ermitas, lugares y nombres que revelan existencia. Es una tierra próspera, con la ternura húmeda en las líneas y en el color; la belleza del paisaje habla un lenguaje propio, atrayente y sugestivo, que exige a los peregrinos pensamientos y testimonios, descripciones y memoria.

Y así, mientras Belit-Seri sigue la caravana para cumplir los preceptos del Faraón, Uxa llega al monasterio del Salvador en Grandas de Salime, donde descansará. Allí, en su interior, se encuentran tres Caminos a Santiago: Astures, Galicia y el que llega de la costa. El retablo, la pila bautismal, las górgolas, las tallas, tienen un idioma sólido y a la vez armonioso que le inicia en el conocimiento de la realidad que tanto busca el Escriba: donde las piedras recogen el lenguaje de los peregrinos, Uxa intentará descifrar la magia que dejaron sus palabras –nombres y rituales– y que deberán de pronunciar los hombres.




jueves, 2 de diciembre de 2010

Un alto en el camino



Ven, ven, quién quiera que seas:

Trotamundos, fiel, amante del amor.
¿Qué importa?
Nuestro camino no es de desesperanza.
Ven, aún si has roto nuestras promesas
cientos de veces,
vuelve, ven de nuevo, ven.




Uxa piensa en estos versos del maestro Rumí Muhammad, mientras continúa su camino hacia las estrellas, en dirección a la ciudad del Apóstol. Se siente reconfortada por las enseñanzas de este poeta, inspirador del viaje por el conocimiento para el desarrollo de la espiritualidad, un viaje hacia esa Verdad tan deseada por ella y Belit-Seri.


Uxa, peregrina de su destino, ha llegado al monasterio de Oubona, atraída por el tañido de las campanas de la iglesia. Desde que salió de la noble Oviedo, la ruta sigue el perfil de colinas y valles que la acercan a la montaña, entre campos de labranza y bosques. Educada en el respeto a los árboles, siente la presencia entre ellos de esas criaturas mágicas de las que hablaba siempre El Cazador de Sueños; genios, megas y druidas forman parte de una leyenda que ya le es familiar.


Los monjes le dan comida y alojamiento y le entegan las últimas noticias del Escriba. Las palabras escritas de Belit tienen el acento de ternuras escondidas y el dolor de la separación. Uxa teme por él; sabe que el desierto guarda sorpresas peligrosas y que los caminos que le llevarán a Medina están expuestos a los caprichos del tiempo, la falta de comida y agua y a la agresión de los ejércitos. Hasta ahora, le escribe Belit-Seri, han sido recibidos con amabilidad, pero ella tema que olvide la prohibición que existe para los extranjeros de entrar en la ciudad donde murió el Profeta.


Aquí, en el Monasterio, hay paz y silencio, interrumpido a veces por el rumor de pasos de los monjes que cruzan el claustro. Algunos de ellos se dirigen al huerto donde cumplen sus tareas de trabajar la tierra y el cuidado de los animales; otros tienen asignadas clases de latín y teología. La vida en la Comunidad sigue un orden establecido, dedicado a la oración y al estudio. Es el camino que los monjes siguen en la busca de la Verdad, como también para Uxa y Belit-Seri sus deseos de encontrar esa Verdad les llevan a una larga vida peregrina. Es de esperar que este afán de conocimiento no les traiga la pérdida de la propia sabiduría.




¿Dónde está la sabiduría que perdimos con el conocimiento?
Poeta occidental



martes, 16 de noviembre de 2010

Tiempo de peregrinaciones

Acuarela: Antón Hurtado



"Si el paraíso eterno está en la tierra, se encuentra en Damasco y en ningún otro lugar"
Ibn Battuta


¡Felíz tú, Belit-Seri, que duermes los sueños en la cuna de Sherezade! Damasco te ha hecho receptor de la imagen y la palabra, sensible a las leyendas, a la luz, a los sonidos, y al aroma de miel y especias que tiene el aire en ese trozo de paraíso. Tienes suerte de ser el elegido de Muhammad Ibn Battuta, que conozco por las crónicas de sus aventuras y encuentros, para acompañarle a visitar esa ciudad, punto de descanso de tantas caravanas. Te gustarán las calles llenas de vida, la Vía Recta, las casas y los patios, los zocos y las numerosas mezquitas Es un privilegio que te concede, ya que viaja desde hace mucho tiempo siempre solo, sin amigos ni guía. Me llegaron noticias de su estancia en nuestras tierras doradas en Egipto, y de que quedó deslumbrado por los grandes templos y la religiosidad del pueblo. Alabó la comida egipcia, el pescado, la leche de búfalo y la fruta, en especial los higos y los dátiles.

Sí, Damasco es una ciudad hermosa, lugar santo, y temo que su vista te haga olvidar tus raíces. Pero tu destino –como también lo es el mío- es viajar, que es la forma más eficaz de alcanzar el conocimiento. Para ello es necesario desprenderse de todo lo material, buscar los caminos, las aldeas, los alfabetos y los nombres, y actuar según las leyes de los lugares que nos dan hospitalidad. Así es nuestro peregrinar, siempre a través de rutas, arquitectura y religiones. Un viaje que es también un recorrido hacia el interior de las conciencias y sentires, y transciende límites de espacio y tiempo. El peregrino es respetado en su empeño en descubrir los símbolos y buscar la Verdad, y seguiendo lo dictado por el Profeta se le acoge en los albergues durante tres días y tres noches para un buen merecido descanso.

Bien puedes decir que no hay demasiado peligro para quien hace el camino si lo hace con prudencia. Por esto debes aconsejar a Ibn Battuta que retrase su viaje previsto a Al-Andalus. En esta región la peste llegada desde la Itálica está produciendo muchas muertes. La gente muere incluso por las calles, jóvenes y mayores, ricos y pobres sin distinción. Incluso el rey de los cristianos, Alfonso XI, ha muerto por esta enfermedad durante su asedio a la Montaña. Todos están aterrorizados; hay quienes piensan que es un castigo de Dios. De momento harás bien en quedarte en Damasco.

Me encuentro en la ciudad de Oviedo, al comienzo del camino santo del Apostol Santiago, pero también aquí la peste, las inquietudes religiosas y el empobrecimiento de las ciudades y monasterios han hecho disminuir el número de peregrinos, que ahora se tienen que enfrentar a nuevos riesgos que ponen en peligro sus vidas. No sé qué hacer. Mis sueños están pasando a ser parte del silencio que envuelve esta ruta y la lluvia empieza a borrar los nombres que dejaron otros atrás. Todo va entrando en un hálito de olvido. Sin embargo, el convencimiento que en algún lugar de estos bosques está el tuyo, tu nombre, me reconforta. Eso, y tu súplica de que espere y confíe, tu promesa de que conoceré la verdad que oculta Sirio, el acento de futuro que tienen tus palabras, hacen que vuelva a recobrar las imágenes de lo que presiento será muy pronto una realidad.

jueves, 30 de septiembre de 2010

La leyenda de Cunera

Una peregrinación



Esta leyenda tiene su origen alrededor del siglo IV DC. Cunera, princesa de York, fue a principios del año 337 acompañando a Santa Ursula y 11.000 vírgenes, de peregrinación a Roma. En el camino de regreso, el barco en el que viajaban fue asaltado por los Hunos que asesinaron de una manera brutal a todas las jóvenes. Sólo Cunera logra salir con vida, salvada por el rey Radbout, que la lleva con él a su castillo en Rhenen (Utrecht, Holanda), donde lleva una vida religiosa y caritativa, ayundando a los necesitados. La admiración que todo el pueblo tiene por ella provoca los celos de la esposa de Radboud, la reina Aldegonde, que después de varios intentos de desacreditarla ante el rey, trama un plan para deshacerse de ella.

Así, cuando Radbout y sus hombres salen un día de caza, estrangula a Cunera con el chal que esta había recibido de sus padres como regalo, y la entierra –junto con el chal- en los establos. Al regreso del rey y preguntar este por Cunera, Aldegonde le dice que regresó con sus padres. Mientras, los caballos se niegan a entrar en el establo. Rabbout se extraña al ver en el interior la tierra movida y decide excavar en ese sitio. Una vez que han removido la tierra encuentran el cuerpo de Cunera. Radbout descubre el engaño y la terrible acción de su esposa y la castiga azotándola. Más tarde, Aldegonde, terminará loca tirándose desde el monte Grebbeberg. Cunera es enterrada en un lugar que será más tarde conocido como "La colina de Cunera".

Pasa cierto tiempo, y unos trecientos años después de su muerte los habitantes de Rhenen piden al obispo Willibrord que declare santa a la jóven. Según la historia, al abrir el sarcófago encuentran el cuerpo de Cunera y el chal intactos. En el año 694 el chal es depositado en la iglesia Pieterskerk en Rhenen. Desde entonces es venerado durante largo tiempo y atrae a muchos peregrinos, conviertíendose la ciudad en un lugar de peregrinación muy visitado. Con las ganancias de las indulgencias se construye –alrededor del año 1500- la iglesia Cunerakerk.

Hoy también yo he sido peregrina en Rhenen. He seguido un camino paralelo a lo que antiguamnte fue la ruta histórica de una procesión que recorría diversos puntos relacionados con la leyenda de Cunera, y a la que la Reforma puso fin. El lugar ha sido testigo silencioso de un complejo mundo de imágenes que han dejado huellas a través del tiempo, vestigios de una existencia que nos invita a observar la naturaleza, comunicativa y generosa de nostalgias. El día invita a este paseo, un recorrido de veintisiete kilómetros por un terreno boscoso y de colinas de suaves pendientes donde encuentro una flora variada, aves, ovejas, vacas e incluso ciervos que, en ocasiones, se dejan ver. Oigo cómo se agitan las ramas, que ofrecen perezosas sombras donde descansar. Con cada uno de mis pasos percibo el crujir de las hojas que cayeron, una leve protesta ante mi descuido. Respira el aire. Son sonidos que permiten apreciar la composición poética de lo que me rodea. Un paisaje que surge entre caminos y sendas, abadías, monasterios, capillas y granjas, elementos que marcaron los límites de una herencia cultural.

Son veintisiete kilómetros de peregrinaje compatibles con ese otro Camino que me ha llevado a Santiago. Al igual que en la ciudad del Santo, también Rhenen –ciudad felíz y con encanto- tiene su iglesia aunque está sujeta a las normas que le impuso la Reforma, pero hay elementos que la devuelven a la realidad. En su interior el coro, la silleria, el órgano, la pila bautismal, conservan su carácter primigenio; faltan las reliquias de la Santa que fueron dispersas, pero conserva una de las tres torres más altas de Holanda con ochenta y dos metros de altura, y uno de los pocos doksalen que quedan en el país, con representaciones alegóricas de las tres Virtudes Capitales, Fe, Esperanza y Caridad. Aquí no se necesita Carta probatoria o Credencial para acreditar que se visita el templo. El silencio y la quietud forman el testimonio que recibes.

lunes, 27 de septiembre de 2010

También la piedra



Gerardo Diego: "Ante las torres de Compostela"


También la piedra, si hay estrellas, vuela.
Sobre la noche biselada y fría
creced, mellizos lirios de osadía;
creced, pujad, torres de Compostela
Campo de estrellas vuestra frente anhela,
silenciosas maestras de porfía.
En mi pecho –ay, amor- mi fantasía
torres más altas labra. El alma vela.
Y ella –tú-, aquí,
conmigo, aunque no alcanzas
con tus dedos mis torres de esperanzas
como yo estas piedras con los míos,
contempla entre mis torres las estrellas,
no éstas de otoño, bórralas; aquellas
de nuestro agosto ardiendo en sueños fríos.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

A Belit-Seri, desde algún lugar en el camino


imagen: Wikipedia


El tiempo no admite pactos ni desafíos, es él quien nos impone imágenes, paisajes, acentos y rutas. Belit-Seri, tú que estás próximo a los dioses tienes que saberlo. El tiempo llega a veces esquivo y con falsas promesas, sin ánimos de recobrar los sueños, enfrentándonos a una realidad extenuada y con lastres, hasta marcharse con la llave de nuestro destino sin dar explicaciones. No, Belit, no hables de recuerdos. Un guerrero no puede tener memoria, te asediaría de ternuras y provocaría el deterioro de tu valor.

La historia de nuestros días tiene letras comprometidas, versos que intentan sobrevivir, pero estás lejos y Alepo no se encuentra en la ruta que me tiene reservada el destino. A ti no te será difícil llegar, dominado como estás por tu amor al riesgo y la aventura. Esa ciudad debe tener algo para que digan que la vida no cuenta si no vives en ella, y para un soldado como tú tiene que ser un privilegio descubrir su esencia en cada uno de los rincones de la ciudadela, entrar en la mezquita, visitar los zocos y madrazas, y descansar en uno de los numerosos caravasares con que cuenta.

Sigues lejos de mí, apenas percibo tu silueta en mis sueños, pero confío en que te llegarán estas noticias. A pesar del silencio, de la lluvia, de los arcoíris rotos, de no conocer tu nombre todavía y de tu aparente abandono, he dado un quiebro al destino y empiezo a conocer un lenguaje nuevo. Ahora puedo decirte que mi tiempo está lleno de pasiones y de templanzas, de convencimientos y de nuevas historias y leyendas. Una de ellas es una historia singular, la que cuenta la vida y milagros de Santiago el Mayor, que fue apostol y mártir. Murió en Palestina, y sus restos fueron llevados por sus discípulos hasta Iria Flavia, en la Península Ibérica, aunque hay también otros que sugieren que fueron los árabes quienes trasladaron su cuerpo, pero esto es algo que nadie le da veracidad. Dicen que ya había estado antes allí, predicando el evangelio de su Maestro. Más tarde, cuando descubrieron su sepulcro en un bosque que parece llamarse Libredón, sucedieron algunos hechos extraordinarios -lluvia de estrellas fugaces, luces ardientes, toros salvajes que se comportan como dóciles bueyes, gallinas que cantan después de asadas- que hicieron del lugar un sitio de peregrinaje.

Siento el deseo de comenzar una nueva aventura, y me han hablado de una antigua tradición de visitar la tumba del Apostol. Como ya te dije en una ocasión, no eres sólo tú el que camina. Yo iré por la ruta de las estrellas hasta los confines del mundo, siguiendo el sol hacia el oeste. Me esperan una tierra húmeda, robles y castaños, el arte, sendas, piedras, posadas y nombres. Pero no te inquietes por mí, Belit-Seri, existe una guía, el Liber peregrinationis, en el que están todos los nombres, rutas, y consejos para hacer este camino sin tener que consultar oráculos ni druidas. No necesitaré mucho más para este recorrido, un bordón, una esclavina para el frío, una calabaza para el agua y un sombrero que me proteja del sol. En el Camino encontraré el conocimiento que me niega el Árbol de la Sabiduría, aprenderé de esta tierra y sus lugares sagrados a valorar y respetar sin exigencias el tiempo que me sea dado para conocerla, pues lo cierto es que no perdimos la llave del tiempo sino que no la hemos tenido nunca.

Uxa

viernes, 20 de agosto de 2010

Una peregrina hacia Santiago





Si el Señor no protege la ciudad, en vano vigila el que la guarda.

(Lema del Temple)



Un tramo del Camino

He dejado atrás el páramo y me integro en un paisaje más amable y asequible. La mañana está conflictiva y arrastra con pereza sombras que anuncian lluvias cercanas. A pesar del cansancio, no puedo detenerme y sigo buscando en la historia el rastro del Escriba. No tengo elección posible; sólo cuando él rompa su silencio obstinado y dé a conocer su nombre, habré llegado al fin de mi peregrinaje. Conozco los riesgos, pero no me siento sola desde que sé de la existencia de unos monjes -valientes guerreros- que protegen a todos los que hacen el Camino. Quizás sean estos hombres devotos los guardianes de la Verdad que buscamos Belit-Seri y yo desde hace tanto tiempo, quizás sepan ellos cómo acortar el espacio que nos separa.

He recorrido un tiempo que ya no existe, pero a pesar de las distancias no se me hace largo. He pasado pueblos y cruzado ríos, he visitado iglesias y castillos y he refugiado mi impaciencia en albergues. Avanzo con rapidez hacia un horizonte que me atrae desesperadamente, entre arboledas y prados húmedos. "No puedo rechazar la belleza de mis viajes" … Estas palabras del Escriba son el credencial que me abre la puerta a ese destino que todavía tiene que llegar. De momento estoy cruzando un lugar armónico de robles y eucaliptos, aldeas de piedras, cruceiros, corredoiras entre muros de pizarra y solitarios valles. Este grávido camino traza nuevas perspectivas en mi corazón, y siento y sufro, veo y me alegro de este cambio interior que me transforma y me hace vivir momentos irrepetibles.

Belit-Seri, ¿dónde estás cuando te necesito? ¡Deberías de estar aquí antes de que se precipite nuestro otoño! Santiago está cerca ya y aunque el camino sigue mostrando benevolencia con mis piernas, empiezo a sentir el peso del legado anterior que me muestran las flechas amarillas. ¡Si al menos pudiera encontrar refugio para mi agotada ternura! Pero, mientras sigo buscando la Verdad y, aunque tú me dijiste que es ella lo más noble que un dios puede conceder, sé que no será Lugh quién me acompañe hasta el Pórtico de la Gloria.



"Del cielo la música va a dar comienzo,
pues los gloriosos concertistas
afinan risueños los instrumentos...
¿Estarán vivos? ¿Serán de piedra
aquellos semblantes tan verdaderos,
aquellas túnicas maravillosas,
aquellos ojos de vida llenos"...

(Rosalía de Castro)

viernes, 28 de mayo de 2010

Madrigal a la ciudad de Santiago

de Federico Garcia Lorca


Llueve en Santiago
Mi dulce amor
Camelia blanca del aire
Brilla entenebrecida al sol

Llueve en Santiago
En la noche oscura
Hierbas de plata y de sueño
Cubren la vacía luna

Miro la lluvia por la calle
Llanto de
piedra y cristal.
Mira en el viento desvaído
Sombra y ceniza de tu mar

Sombra y ceniza de tu mar
Santiago, lejos del sol
Agua de la mañana antigua
Tiembla en mi corazón.

sábado, 15 de mayo de 2010

La Compostela riojana -7-




Cuando aquel joven de una población cercana -al que le habían cerrado las puertas de un monasterio por no saber leer ni entender de latines- decide instalarse en este lugar poblado de hayas, no puede imaginar que su nombre quedaría formando parte de la historia para siempre. Se llamaba Domingo, y llegó a ser santo. Después de desbrozar el bosque, mejorar la calzada, construir un puente sobre el río Oja, hospitales e iglesias, dedicó el resto de su vida a atender a los peregrinos en camino hacia Santiago, cuidarlos y darles un sitio donde descansar.

Hoy, siglos más tarde, llegamos a esta ciudad que ha heredado la hospitalidad acogedora del santo. Ha sido una jornada por senderos de tierra donde la vista no tiene obstáculos, entre campos de cereales, tramos de subida, momentos de calor y bastante soledad, vigilados por la sierra de la Demanda y un cernícalo que voló demostrativo hasta desapareder. Nuestros pasos despiertan de la pereza en los últimos kilómetros cuando oímos la llamada circunspecta de la "moza más alta de la Rioja" que nos invita a un paso más ligero, y unos momentos después alcanzamos a ver la torre de la Catedral. No es demasiado tarde, pero los días -ahora en septiembre- se van quedando cortos y es necesario buscar donde descansar. La calle Mayor comparte el trazado jacobeo y su tiempo, sus casas-palacio, los conventos, y por supuesto los albergues. Frente al palacio del obispo de Osma (1600) -en lo que era la casa del Capellán de la comunidad- las monjas cistercienses, cumpliendo con la regla de San Benito de prestar cuidado a los peregrinos, tienen instalado un albergue, al que se accede por el antiguo pasadizo de carruajes de la Abadía. Aún se presiente allí el eco de tantos como pasaron, el rumor de unas vidas, y son las piedras -de nuevo ellas- las que cuentan la historia en el silencio contenido de los muros.

El dormitorio algo oscuro lo compensa esta vez un cuarto de baño completo y con agua caliente, pero hay que apresurarse si queremos acudir a la cita con la catedral. ¡Qué poco podía imaginarse el Maestro Garçión lo nombrada que iba a ser su iglesia! Este maestro de obras –posiblemente de origen francés- empezó su construcción en 1158 sobre los restos de la primitiva iglesia románica con la idea de seguir la línea de las grandes catedrales. Aquí está, algo más simplificada que el proyecto original y con diversas modificaciones a lo largo de los años, pero representando la voluntad de los maestros para superar incognitas y dificultades, vencidos todos los retos. Un reto es la torre, tercera de las construidas: la primera terminó sus días entre llamas, y la gótica que la sustituyó tuvo que ser desmontada por amenazar ruina. Ahora ésta, exenta de la iglesia y barroca, es con setenta metros la más alta de la Rioja. Toda esta arquitectura, la grande y majestuosa y también las pequeñas cosas, nos enseñan la voluntad del hombre para enfrentarse a las incógnitas y dificultades y salvarlas. También esto es un reto que le exige la vida.

En el interior, los peregrinos se agolpan delante del "gallinero" -obra gótica en memoria del conocido milagro del Santo- cosa que las pobres aves tienen que estar más que acostumbradas viendo el desinterés que muestran por su público. No nos detenemos demasiado y seguimos hasta el retablo mayor -de Damián Forment- una maravilla renacentista, el sepulcro de Santo Domingo con estatua yacente, el coro de madera de nogal y estilo plateresco, la Sala Capitular donde se guarda la mayor parte del tesoro del templo, y por supuesto el claustro. Una luz propicia al recogimiento te invita a pensar en los grandes maestros que tallaron la piedra y la madera y cincelaron las imágenes, en el esfuerzo que se hace tangible en el arte, en los símbolos y los rituales, en el secreto de los tiempos, y en esa magia que parece retener todo el conocimiento. Abrimos la puerta a nuestra curiosidad y traspasamos el umbral de lo que todavía no conocemos: una escalera estrecha, retorcida y tacaña de luz, nos lleva con esfuerzo hasta el clasistorio que acumula el polvo y el olor de los siglos. Vidrieras estrechas mantienen la humedad en el interior y prolongan sombras que se pierden en los muros y rincones. En este espacio hermético no es difícil sentir el eco de otros pasos, la presencia de aquellos artistas maestros constructores, que nos dejaron su herencia en un lenguaje lleno de incógnitas; como siempre serán las piedras las que nos lo puedan descifrar. Después de esto, la subida a la bóveda de la catedral es un regreso a la luz, al aire, y al presente.

Nos queda ya poco tiempo, pero con una cena y un buen vino queremos protegernos de cualquier imagen de nostalgia; mañana tenemos que dejar el Camino, pero no pondremos la palabra fin, sino un "continuar lo más pronto posible". Con este acento de esperanza dormimos un sueño reparador y tan confiado que no contamos con el reloj. Ya rozando la hora de salida, la voz obstinada de una de las monjas de la congregación nos despierta sin concesiones, amenazando con dejarnos encerrados en el albergue. Dos minutos más tarde estamos todos los peregrinos a medio vestir, con la mochila y los zapatos en la mano, en la calle.

jueves, 8 de abril de 2010

de La Ruta sagrada, de Juan García Atienza

¨Hay que empezar no llamando leyenda a la creencia en Santiago; el término leyenda es simplemente el epitafio escrito sobre lo que fue creencia, la cual sólo es inteligible mientras está funcionando auténticamente. La historia de Santiago de Compostela consistiría en revivir lo hecho con la creencia de hallarse en Galicia el cuerpo del Apóstol, ni más ni menos¨

Américo Castro. La realidad histórica de España.
(El Camino de Santiago. La ruta sagrada)

domingo, 21 de marzo de 2010

Pamplona-Santo Domingo de la Calzada (6)




Mi Credencial va tomando un cierto aire de álbum de cromos, todos ellos sin repetir y –por supuesto– sin trampas. Sin embargo, el afán coleccionista no ha desaparecido del todo, y en Logroño conseguí tres sellos diferentes. Sí, de acuerdo, quizás sea un capricho infantil, sellar una vez al día es suficiente, pero es algo que puedo llevar sin que aumente el peso de la mochila. "Ligera de equipaje" –me dijeron– y esto es lo más importante para que en las alturas no parezca que la bolsa coge peso y en los descensos no desequilibre mi seguridad.

Hoy no nos vamos a enfrentar a extremas subidas aunque la ruta será larga; sendas y caminos de tierra pedregosa, polvo, y el calor en algunos momentos, nos hacen buscar una sombra que no encontramos entre tantos campos de vid. Racimos de uvas doradas y negras nos atraen con apetitosa sugestión, ¡están deliciosas, deliciosas! Después de Navarrete una pequeña cuesta nos lleva al Poyo de Roldán, donde vuelve a hablarnos la leyenda, esta vez de la gesta heróica del noble caballero que luchó con el gigante musulmán Ferragut para rescatar a prisioneros cristianos. Dejamos atrás el Alto de la Grajera, Ventosa y el Alto de San Antón. Ante nuestros ojos se presenta el valle del Najerilla, y al fondo Nájera. De nuevo aquí el Camino nos pone a prueba y tenemos que salvar con precaución piedras, escaleras, zonas industriales, y cruzar una peligrosa carretera hasta estar a las puertas de la ciudad. Pero el Camino también nos reserva otro de esos momentos inasibles: escritos en la pared de una vieja fábrica sorprenden a los peregrinos unos versos. Unos metros más adelante un sacerdote de edad nos ofrece este poema escrito y firmado con su nombre. Es el autor, Eugenio Garibary, párroco de un pueblo vecino, que nos recomienda a Santiago y nos da, además, una pequeña lección de historia sobre Nájera. Este es el carácter íntimo del Camino de Santiago, de encuentros y momentos diferentes que no necesitan definición.

Nájera, tierra deseada por árabes, navarros, y castellanos, tiene un encanto especial escrito entre capítulos de historia y de leyendas. Aquí fue proclamado rey de Castilla Fernado el Santo, y Enrique IV la nombró "la muy noble y muy leal". Después de cruzar el puente sobre el Najerilla llegamos al albergue. Otra vez nos toca tiritar con el agua fría de las duchas, pero viene bien para nuestros pies cansados. El tramo de hoy está siendo una ascensión camuflada en caminos de poca pendiente, y las literas que nos han destinado tienen una atracción de lo más apetecible para descansar. Cuando a las diez se apaga la luz ya llevo un rato dormida.

Al día siguiente dejamos Nájera y nos recibe una llanura extensa donde todo parece idealizado. En este paisaje siguen siendo todavia protagonistas los viñedos y la luz. Un camino de tierra nos lleva a Azofra, hospitalaria de tradición. Azofra, la que yo creía pequeña y poca cosa, me sorprendió con un albergue privado, otro albergue parroquial, y otro municipal, y para los que viajan con estilo un hotel de tres estrellas en un palacete del siglo XVII. La calle Mayor muestra los blasones en las fachadas de las casas, detalle que habla de un pasado de esplendor. Dos bares y un restaurante, una iglesia y un monasterio con un precioso claustro gótico y biblioteca, todo en un lugar que cuenta con 347 habitantes.

Hasta Cirueña son nueve kilómetros y medio de camino llano que sigue, persistente, su subida. Un esfuerzo que me acerca más a la naturaleza: de vez en cuando me gusta mirar hacia atrás para no olvidar la imagen ni el perfil de lo andado, estos tramos largos y solitarios. Me gusta entonces abrazarme a los árboles para sentir el latido de su savia y recibir la fuerza que transmiten sus raices; me detengo ante las piedras, consciente de su poder de sugerir y transmitir conexiones con el Arte y la belleza del entorno. Son los valores espirituales, o quizás una visión algo romántica del Camino, pero que me convencen más de que estoy en la exacta dirección. Asi, andando, dejo a un lado una nueva urbanización y un campo de golf –muestra de esa otra relación del hombre con la naturaleza– y ya sin mucho esfuerzo y una hora más, llegamos a Santo Domingo de la Calzada.

viernes, 12 de marzo de 2010

Pamplona-Santo Domingo (5)



Al igual que hay diversos caminos para llegar a Santiago, hay peregrinos de toda clase y edades: silenciosos, habladores, rápidos y otros que se toman el tiempo; están los que se cargan con demasiadas cosas y los que van ligeros. Hay peregrinos jóvenes y los que no lo son tanto, hay de todo, pero con toda seguridad no hay muchos como este bebé de unos ocho meses que hace el camino en una mochila en la espalda de su madre. Salieron de Roncesvalles y llegarán "hasta donde el angelito aguante". Esto sí es espíritu peregrino, el de la madre, que tiene que llevar tantos kilos encima. Desde Pamplona vamos encontrándonos con ellos, y dos veces hemos compartido dormitorio en el albergue. Sí, el Camino es un lugar de encuentro de peregrinos y -también- de personajes que ya forman parte de él. Uno de ellos nos lo encontraremos a la entrada de Logroño, Doña María, que sentada delante de su casa nos sella la Credencial y nos da unos momentos de charla, siguiendo la tradición que desde años tenía su madre Felisa. Otro personaje es Marcelino, el peregrino pasante, que tiene su tenderete organizado; sella también y ofrece fruta y bordones a quien se detiene. Es una estampa clásica del Camino. Pero realmente es el encuentro con uno mismo la experiencia más enriquecedora que nos hace conocer nuestros alcances y límites en el camino de nuestro propio destino.

Desde Viana pasamos por huertas y por terrenos sin cultivar, subimos y bajamos colinas, atravesamos sendas, vemos acequias, chopos, pinos, cañizos, olivares y -por supuesto- viñas. Finalmente por un camino asfaltado, y después de cruzar el Ebro, llegamos a Logroño. El albergue es grande, tiene un patio con fuente, lavadero, cocina, camas numeradas, y duchas que ya han quedado frías. Ya ligeros de equipaje nos acercamos a conocer esta ciudad pausada y sin estridencias. Hoy está en fiestas y esto se nota en las calles y en la gente. Algunas tiendecitas con aire de antaño ponen un colorido especial en el ambiente. Hay bares y tascas. Vamos a la Plaza Mayor, paseamos por los soportales, y llegamos hasta la Basílica Nuestra Señora de la Redonda, corazón de esta capital riojana. Sin embargo, Logroño no consigue atraerme. Aunque su color sea como los demás colores del camino, aunque sus piedras sean fuentes de historia y de leyendas, sus imágenes quedan en silencio para mí; quizás sea el cansancio el que me hace difícil su interpretación, o puede que exija un conocimiento más lento y sosegado que en estos momentos no le puedo dar. Cenamos y regresamos al albergue. A las diez se apaga la luz.

El adiós a Logroño se hace sin prisas por unas calles aún dormidas, mientras los servicios de limpieza recogen bolsas, plásticos, latas y botellas, restos de la fiesta de ayer. La salida hacia las afueras de la ciudad es larga, pero enseguida el paisaje se torna ondulado, terreno arcilloso con campos de vid. Por un camino de árboles llegamos al pantano de la Grajera. Allí donde hay agua, hay patos que se arremolinan esperando no sé qué, y yo pierdo la nación del tiempo, no lo percibo, mientras unos peregrinos nos adelantan con pasos ligeros y un ¡buen camino! Un camino que nos sorprende con las ruinas del que fuera hospital de San Juan de Acre, fundado para el cuidado y descanso de los que iban a Santiago. Las nobles piedras merecen mi respeto y me detengo. En realidad durante todo el Camino nos iremos encontrando con toda clase de piedras con lenguaje propio a través de la forma, el color y la textura, pero también siendo lenguaje en manos de otros. Reverbecen de luz y surgen en ellas las imágenes de aquellos que buscaban refugio para mitigar su sed y su cansancio. Ahora no se percibe nada de aquel trasiego, las piedras que quedan aquí están en soledad. Aún así, y erosionadas por las lluvias, el viento y el sol, siguen transmitiendo energía y carácter. Otras -la fachada del hospital- tienen una nueva vida en la entrada al cementerio de Navarrete, formando parte de su patrimonio monumental.

sábado, 27 de febrero de 2010

Pamplona-Santo Domingo (4)


Las tristezas en el Camino son las iglesias cerradas ante la creciente desaparición de objetos de arte y de culto, pero esta vez en Villamayor de Monjardín la suerte estuvo de nuestro lado. El cansancio se olvida, los pies se recuperan, cualquier contratiempo se compensa cuando estamos ante uno de estos templos. También aquí nos llegaron resonancias de otros tiempos y de interesantes historias. De la iglesia románica de San Andrés se dice que fue el rey Sancho Garcés quien ordenó su construcción para dar culto a la hermosa cruz de orfebrería que en ella se guarda. La historia narra que "la víspera de de la batalla en la que se reconquistó a los musulmanes el castillo de San Esteban de Deyo, en Monjardín. El rey, inseguro del resultado de la batalla, escondió la cruz por temor a que la hallasen los musulmanes y luego no supo encontrarla. Así, quedó perdida hasta que años después un pastor observó que una de sus cabras se quedaba paralizada ante una zarza. Temiendo que allí se ocultase una alimaña, el pastor lanzó una piedra a la zarza con todas sus fuerzas y cuando fue a mirar observó asombrado cómo la pedrada había roto el brazo de una hermosa cruz, una primorosa obra de orfebrería. El pastor, conmovido, exclamó: "¡¡Pluguiera a Dios que antes de lanzar la piedra se hubiera secado mi brazo!!". Inmediatamente el brazo se secó. La cruz se trasladó a diferentes lugares pero siempre acababa regresando al zarzal por lo que fue allí donde se levantó el templo de Villamayor. Al parecer, el piadoso pastor pudo recuperar la movilidad de su brazo"*. A punto de marcharnos llega el párroco para cerrar la iglesia y nos acompaña en un nuevo recorrido por la única nave del templo. Nos habla de la preciosa portada, del interesante crismón, de la batalla entre Carlomagno y un príncipe navarro, de la cruz, del retrablo que ahora está en Pamplona, y de la Virgen a la que le falta el Niño, arrebatado por quien hizo mal uso de la hospitalidad.

Salimos del pueblo por un sendero en descenso, entre viñas y algunos nogales. A partir de aquí el paisaje se hace amplio y único, sigue entre campos trabajados y algo de soledad. Al fondo, en el horizonte, vemos las cumbres de Yoar y Peña Costalera. Nos encontramos con pequeños montículos de piedras y cruces hechas con ramas que los peregrinos dejan al lado del camino. Es como un mensaje silencioso para el que viene detrás, una ofrenda, una oración, un arte quizás. No es la primera vez ni será la última que los vemos y siempre me hace sentir ser testigo de algo íntimo y personal, como si desvelara una promesa por cumplir. Más tarde llegamos suavemente a la parte más alta del sendero desde donde vemos las primeras casas de Los Arcos, y empezamos a descender.

¡Qué importa entonces el cansancio, el polvo del camino, la sed, cuando llegas a esta villa amable, de tradición jacobea, a su calle Mayor con las casas blasonadas, y a la iglesia parroquial de Santa María! Al visitar el templo no puedo poner en duda de que Los Arcos ha gozado en el pasado de privilegios y de una economía brillante. Aunque cerrada, la puerta se abre unos instantes para un grupo de turistas franceses, momento que aprovechamos para entrar sin destacar en el barullo del grupo. Tiempo, silencio, y comprensión son las tres condiciones para entender el mensaje de esta mezcla de gótico, plateresco, rococó, barroco, que la convierte en una de las iglesias más asombrosas del Camino. Aquí encontramos una filigresa muy entregada que nos guía con entusiasmo vehemente a través del templo, insistiendo en el retablo, el órgano, los diferentes altares, las imágenes, el coro, y cualquier detalle que considera que debemos saber. Una visita al claustro nos da el respiro necesario para poner en orden tanta amalgama de impresiones; el aire despeja lo confuso.

Continuamos; decididamente hoy es un día de iglesias. La del Santo Sepulcro en Torres del Río es la siguiente; su historia se relaciona con los Templarios aunque es difícil conocer su origen con exactitud. Cuando llegamos a esta pequeña villa –no creo que sus habitantes lleguen a unos doscientos- todo daba la impresión de inmovilidad: callejuelas donde está detenido el tiempo y casas que parecen dormir. Enseguida estamos ante la iglesia: es reducida, su exterior callado y serio, de planta octogonal y una sola puerta. En el interior la escasa luz que deja pasar las celosías hace crecer sombras y sensaciones confusas, y deja un hálito frío en las piedras como el eco de vida de su historia. El secreto se mantiene en los misteriosos símbolos sagrados, que hacen referencia a la presencia de la Orden del Temple con toda seguridad. Siento que la armonía y la espiritualidad que ofrece el camino está también aquí, entre los muros de esta iglesia y en el silencio que me rodea. Quiero sujetar este momento y hallar una respuesta a todas y cada una de las inquietudes que me voy a ir encontrando en esta peregrinación; esto queda grabado en el aire como promesa que me hago a mí misma. Todavía tengo tiempo en esta tarde ya declinada, de admirar la bóveda del templo, una maravilla formada por una estrella de ocho puntas, y la preciosa imagen románica del Crucificado con cuatro clavos y un rostro que conmueve, del siglo XIII.

Ahora vamos en busca de la Muy noble y leal ciudad de Viana, sitio fronterizo del reino de Navarra. El paisaje cambia de tonalidad a medida que descendemos por campos cultivados con cereales, olivos y -cada vez más- viñas. Nos acercamos a la Ermita de La Virgen del Poyo, pasada ésta ya es cosa de un pequeño esfuerzo para llegar a Viana.

sábado, 20 de febrero de 2010

En el Camino





Madre, Santa María,
¿en dónde canta el ave
de la esperanza mía?…
Y vi que un peregrino
bello como Santiago,
iba por mi Camino.
Me detuve en la senda,
y respiré el ingenuo
aire de la leyenda.
Y dije mi plegaria,
y mi alma tembló toda,
oscura y milenaria.
Seguí adelante… Luego
se hizo luz en la senda
y volví a quedar ciego.
¡Ciego de luz de aurora
que en su rueca de plata
hila Nuestra Señora !
¡Orballiño fresco,
nas pallas d´o día !
¡Orballiñó, gracia
d´a Virxe María!

Autor: Valle Inclán

miércoles, 17 de febrero de 2010

Pamplona-Santo Domingo de la Calzada (3)


La lectura nos hace a todos peregrinos,
nos aleja del hogar, pero lo más importante,
nos da posada en todas partes. (Hazel Rochman)


Muchos son los libros sobre el Camino de Santiago, pero nada de lo que se lee en ellos hace más intuitiva la sensibilidad como lo tangible de las piedras y la naturaleza. Por muy bella que sea la imagen descrita de una iglesia, una pintura, una estatua, más emotiva será la atracción que despierta el poder apreciarla en toda su realidad. No sólo el Arte nos conmueve, sino también la tierra, el paisaje cada vez distinto a nuestro alrededor. Ahora acabamos de pasar Estella. Quedarán en mí siempre el recuerdo de la iglesia del Santo Sepulcro y su portada gótica, la iglesia de San Miguel y la de San Pedro de la rúa. Estas y otras iglesias que encontraré en el Camino, me hacen pensar en los maestros de obras medievales, en lo minucioso y armónico de su trabajo, en su perfección. Los artesanos de aquella época nos han dejado su herencia en una arquitectura simbólica que buscaba su camino en el designio de Dios. En el interior de esas iglesias soy yo quien busca respiro espiritual en el intento de descifrar el mensaje y los enigmas que nos dejaron en las piedras.

El paso por la calle principal, que al mismo tiempo es camino, lo hacemos lento y atendiendo a todo lo que se ofrece al caminante. Reponemos nuestro atillo con algo de pan y fruta. Hay tiendecitas con recuerdos, tarjetas para los de casa, bordones y vieiras. No se nos resiste una panadería y caemos en la tentación de probar lo dulce de sus productos; quizás no es un ejemplo muy peregrino, pero ... ¡salimos con el estómago reconfortado!

El camino sigue por tramos solitarios, pero no menos bellos en sus tonalidades ocre, marrones y oro, y tierras más duras donde va apareciendo la vid. Estamos ya en Santa María la Real de Irache, bajo la mirada de Montejurra. Cuando llegamos acaban de cerrar las puertas del monasterio y nos tenemos que contentar con admirar sus dos portadas. Iglesia, claustro, refectorio, la sala capitular, la sacristía, todo queda para otra posible visita. Siento tristeza por este contratiempo. ¡Estar tan cerca y no poder acercarse más! Para quitarnos el mal sabor de boca nos vamos a la fuente que Bodegas Irache tiene instalada allí: un grifo de agua y otro del que mana vino está a disposición del peregrino. Ya reconfortados con un vasito de este caldo y con los ánimos más serenos tomamos la senda hacia Villamayor de Monjardín entre campos de viñedos. Hace calor. Antes de llegar nos encontramos con un aljibe de estilo románico que se conoce con el nombre de Fuente de los Moros y que probablemente fuera para que los peregrinos calmaran su sed y se lavaran. Una sensación extraña me asalta al contemplar esas aguas oscuras y serme difícil apreciar bien su profundidad. No seré yo quien intente hacer la prueba. Ya vemos cerca, sobre un cerro a la derecha, las ruinas del castillo de San Esteban de Deio; construido por los árabes y conquistado por el rey de Navarra, Sancho Garcés, éste lo destinó a ser su panteón.

Después de un rato de pausa y refrescarnos a la sombra –no con el agua- del extraño aljibe, proseguimos el camino hasta llegar a Monjardín. Las calles del pueblo que tienen una suave pendiente, la iglesia y una cruz procesional del siglo X, merecen que nos detengamos en él y busquemos el albergue para nuestro descanso.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Tramo Pamplona-Santo Domingo de la Calzada (2)



Como si fuera una llamada especial que no quiere dar reposo a mis piernas, me despierta desde muy temprano el susurro de las bolsas de plástico y el roce de las mochilas en el suelo. Es el toque de salida de esos peregrinos más presurosos. Por eso es aconsejable mantener un cierto cuidado con tus pertenencias si no quieres perder tiempo en inútiles búsquedas. Sin embargo, a mí no me es difícil madrugar en el Camino. Me atrae asistir al alumbramiento del día, algo que se hace emotivo en el silencio y quietud del momento y que se transmite en cada partícula del aire. Precisamente es ese silencio el que con más intensidad se deja sentir, y es la luz recien llegada la que absorbe las imágenes y las recrea, acentuando los colores del paisaje. También hoy el camino nos habla además del esfuerzo del hombre en los campos trabajados y en orden; cereales, vid y olivos dan color a una geografía algo abrupta con imágenes propias de esta región. Volverá a hacer calor, pero unas nubes perdidas nos acompañan esta jornada hasta llegar a Puente la Reina. ¡Y ya, aunque son muchos los caminos, desde aquí a Santiago sólo será uno!

Entrar en Puente la Reina es un viaje hacia atrás en el tiempo y una confrontación con la historia del lugar. Estamos al comienzo de la calle Mayor: volvemos el pasado, a un lado existe una iglesia, llamada del crucifijo, aunque su nombre original fue Santa María de Hortis. Al otro lado una hospedería-hospital, y un arco que une los dos edificios. El camino pasa por debajo de ese arco abovedado y lleva a los peregrinos hacia la calle Mayor. La iglesia ha pasado por ser cárcel, cuartel, almacén de polvora, pero siempre ha sabido conservar la imagen del crucifijo. Lo excepcional de esta imagen es la cruz, que tiene forma de pata de oca, el signo iniciático en el mundo de los símbolos. Y me acerco al Cristo en el silencio de la iglesia, en este punto tan lejano a mi entorno: Él y yo frente a frente. "El Cristo sobre una Pata de Oca o lo que es igual, el signo de la vida, no es otra cosa que el hombre iniciado que ha trascendido a su propia elevación, habiendo alcanzado así el Reino de la Vida, de la Realidad, muriendo al Reino de la Ilusión en que los mortales estamos inmerso mientras peregrinamos buscando una luz"*.

Retrasamos el paso y nos dejamos envolver por el ambiente medieval del lugar, pero la realidad del presente se impone y decidimos repostarnos de alimentos. Nos proveemos de lo necesario en una de las tiendecitas y seguimos el camino. Así llegamos hasta el puente románico sobre el río Agra. Dicen que fue mandado construir -allá por el siglo XI- por una reina, Doña Mayor, para el uso y disfrute de los peregrinos. Desde entonces el puente forma parte del Camino. En este mismo punto nos cruzamos con un grupo de peregrinas muy en plan de turistas despistadas con ganas de ir de tiendas. Se las veía descansadas y tan ligeras de equipajes que deberían llevar "apoyo". Y es que hay quienes escogen hacer el Camino de una manera más confortable. Dejamos con pena Puente la Reina. Su trazado, las casas nobles, las piedras de fachadas y calles nos han hecho vivir por unos momentos más cerca de ese aliento simbólico y espiritual del Camino.

La ruta continúa entre cultivos que dan un apunte en verde en el horizonte que seguimos. El sendero de tierra roja se empina y tenemos un sube-y-baja suave que se nos hace rutina. Dejo constancia de estas acuarelas vivas con la cámara digital. Pasamos Mañeru y Ciuraqui. Nos encontramos un puente romano y restos de lo que tuvo que ser una gran calzada. Después tendremos que andar unos metros por el asfalto de la carretera nacional. Lorca, Villanueva o Villatuerta –que tampoco ella lo sabe muy bien- ambas tienen sus calles discretas, la iglesia con sus campanas, su fuente, un café y hasta puede haber un albergue. Finalmente Estella la bella, de la que se dice en el Codex Calixtinus que "es fértil y de buen pan y mejor vino, así como su carne y pescado y que está abastecida de todo tipo de bienes". A ella entramos por la rúa de Curtidores después de un camino que no ha sido demasiado exigente esta vez.

( de: Iglesias Templarias en el Camino)

domingo, 7 de febrero de 2010

Tramo Pamplona-Santo Domingo de la Calzada (1)

2008


Llegamos a una Pamplona a medio despertar, sin el bullicio que muestra en sus días de fiestas. Ahora están las calles calladas y recogidas, y hasta el mismo San Fermín permanece sereno en su hornacina, sabiendo que los mozos volverán a requerir su protección. El aire hace apetecible el sol en esta ciudad acogedora que nos incita a conocer su más clásica identidad, pero el Camino nos reclama y no nos detenemos mucho tiempo. Así seguimos nuestra ruta hasta la catedral que nos dejará su sello en este encuentro. La fachada del templo no permite adivinar el interior gótico que me sorprende con tres naves y capillas adyacentes; el crucero, el color y la luz de las vidrieras, la Virgen del Sagrario en el Altar Mayor y el precioso claustro, son sus atractivos principales. No hay ninguna duda que el rey de Navarra Carlos III el Noble y su esposa Leonor de Trastámara se sienten dichosos de descansar aquí hasta la eternidad en su lecho sepulcral de alabastro. Hay más gótico en la iglesia de San Cernín, también patrón de Pamplona. En su interior la Virgen del Camino; delante, el pozo donde según la tradición bautizaba San Saturnino -o lo que es lo mismo: San Cernín- los primeros cristianos.

Hay mucho más para ver en Pamplona, pero el Camino se hace andando y tenemos que continuar. El amarillo nos lleva por senderos y caminos que atraviesan campos en oro viejo. Serían de barro si la lluvia estuviera presente, pero tenemos suerte y es el sol el que impone sus condiciones. Nuestro primer desafío es el Alto del Perdón. Paisajes extensos que se van elevando poco a poco. Hace calor y buscamos esa bóveda vegetal que nos anuncian en la guía, pero la sombra es escasa, y sólo nos detenemos para abrir las mochilas y buscar el bocadillo apetecible y beber del agua recogida en Zariquiegui. Más ascenso, ahora sorteando piedras con dificultad y vigilados siempre de cerca por las finas siluetas que componen un bosque eólico. Una vez en la cumbre –donde se cruza el Camino del viento con el de las estrellas- no olvidamos de mirar hacia atrás: un momento inolvidable que hace verdad la leyenda allí arriba. Por nuestra parte nos encontramos perdonados cuando llegamos ante el monumento al peregrino: figuras recortadas que se enfrentan al viento.

Hace calor y los pies sufren en el comienzo con la rápida bajada, entre tramos de piedras grandes y tierra suelta que hacen inseguros mis pasos. Siento el vértigo, pero es difícil el frenado en la pendiente. Sigo los consejos de que mejor es dejarse ir, y tanto lo hago que termino sintiendo la atracción de la gravedad con un final que me hace rodar por el sendero. Más comunión con el Camino es imposible, y esto sólo es un toque de atención para saber que hay que adaptarse al carácter del camino, comprenderlo, aceptar nuestros límites y no dejarse desanimar por lo que a primera vista parecen objetivos inalcanzables. Uterga, Muruzábal, campos de cultivo, trigo y girasoles, y la iglesia de Santa María de Eunate, la de las cien puertas. Este templo, ermita octogonal con un curioso claustro abierto, está considerado como uno de los misterios del Camino. Se piensa que perteneció a los Caballeros del Temple y está rodeado de numerosas leyendas. Y leyendas –e iglesias- no faltarán en ningún tramo del Camino a Santiago.

La tarde ya va vencida cuando llegamos a Óbanos por calles que dan fe de su importancia histórica. La jornada nos ha sido exigente y ahora se hace largo y lento estos últimos pasos hasta llegar el albergue, pero al fin tenemos nuestro sello y nuestras literas. La sensación de estar en casa toma forma cuando dispongo mis cosas para esa noche: el saco de dormir, la pequeña linterna, el cepillo de dientes, los últimos apuntes. Me ducho y cambio de ropa. Primero nos toca flagelarnos con un buen condumio en el bar más próximo, ese restaurante o la pequeña taberna donde el peregrino tiene asegurado el menú. Después el regreso rápido al albergue, donde me entrego al sueño sin apenas darme cuenta de que ya estoy en él.

Pasa y olvida



Este es mi mal: soñar

Peregrino que vas buscando en vano
un camino mejor que tu camino,
¿cómo quieres que te de la mano,
si mi signo es tu signo, Peregrino?

No llegarás jamás a tu destino;
Llevas la muerte en ti como el gusano
que te roe lo que tienes de humano …
!Lo que tienes de humano y de divino!

Sigue tranquilamente !Oh caminante!
Todavía te queda muy distante
ese país incógnito que sueñas …

… Y soñar es un mal. Pasa y olvida,
pues si te empeñas en soñar, te empeñas
en aventar la llama de tu vida.


Rubén Darío 1867-1916

viernes, 8 de enero de 2010

Peregrinas a Santiago


septiembre 2007


(dedicado a Loreto y Marisabel porque ellas me mostraron su optimismo)




En camino de Santiago
Iba un alma peregrina
Una noche tan oscura
Que ni una estrella lucía
Por donde el alma pasaba
La tierra se estremecía

(romance asturiano)


Una de las cosas peores que le puede ocurrir al peregrino en el Camino de Santiago es perder la Credencial. Sin ella no tiene acceso a los albergues, y tampoco conseguirá la Compostela, documento que le acredita el haber hecho el Camino por "devotionis affectu, votti vel pietatis causa" (devoción, voto o piedad). En esto y en otras muchas cosas que aprendí después, no pensaba yo aquel día en Astorga. De momento estaba descubriendo lo dulce de la ciudad: sus famosas mantecadas y demás apetitosas atracciones.

A decir verdad, mientras me adormecía en el albergue San Javier con las campanadas que dejaba oír la torre de la catedral, la principal pregunta que entonces me hacía era si mis pies podrían resistir los casi 260 kilómetros que me esperaban hasta Santiago. Mi única hazaña deportiva había sido algunos paseos a lo largo de los canales en el tranquilo paisaje holandés. Poco más había hecho para mi puesta a punto: un buen calzado ya amoldado que no me producía quejas y una mochila que llené bien poco haciendo caso a Machado de ir ligera de equipaje.

Acostarse temprano y levantarse antes de amanecer iban a ser las constantes del Camino. Y así empezamos la primera de las once etapas que deberíamos seguir. Hubo subidas y bajadas más o menos fuertes, sol, calor y varias tormentas. Andé sendas, caminos difíciles y otros que lo fueron menos, carreteras asfaltadas. Atravesé puentes, pasé pueblecitos solitarios con nombres evocadores, ermitas que cobijan imágenes, y pequeñas iglesias con capillas silenciosas, prados, y bosques de robles y castaños, y siempre buscando la flecha amarilla que indicaba la ruta. Al final del día el albergue, la cena, el descanso.

Astorga, Rabanal del Camino, Ponferrada, Cacabelos, Trabadelo, Triacastela, Portomarín, Melide, Castañeda, Pedrouzo, ... De este constante andar en medio de la naturaleza nace una relación especial con ella que te sensibiliza ante su carácter y sus cambios. Paso a paso la espiritualidad que te inspira el silencio y la contemplación del arte que encuentras en el Camino va diferenciándose de lo material, de lo tangible, y empiezas a interpretar el lenguaje de las piedras centenarias y de los árboles, a descubrir la presencia de símbolos e imágenes.

Sin embargo, el Camino me impuso ese período de iniciación que sufren los peregrinos poco acostumbrados, y tuve que esforzar mis piernas a seguir a pesar del dolor y del cansancio. Así me enfrenté a la subida hasta la Cruz del Ferro, que me decepcionó con tantos cachivaches ofrendados, sentimiento tan contrario a lo que me hizo sentir el Bierzo –en el que presentí un mundo encantado- o los suaves paisajes de Galicia y sus interminables corredoiras. Aprendí a descansar lo imposible en incómodas literas, y también me conformé con una colchoneta en el suelo al no tener sitio donde dormir. Me costó esfuerzos llegar a Samos, subir a O Cebreiro, tuve calor y me mojé con las tormentas.

El Camino es empeño y dedicación. La peregrinación es tener confianza y convencimiento de llegar. Son peregrinos "los que van a la casa de Galicia" (según Dante Alighieri), pero no todos los que llegan pueden llamarse así. Según el diccionario la palabra "peregrinar" es "andar por tierras extrañas", pero dudo de que todos los que llegan a Santiago lo hagan de esa manera. He visto peregrinos que tendrán que ser auténticos maratonianos para poder avanzar con esa rapidez si no tienen "algo que les ayude a moverse". He visto a otros que caminaban tan ligeros de equipaje que no llevaban nada a sus espaldas. Había quienes quedaban atrás magullados y doloridos de pies, y aparecían al día siguiente muchos kilómetros y pueblos más adelante. También una pareja –personajes que parecían salidos de una novela- que se traía unos tejemanejes de idas y vueltas como si jugaran al gato y al ratón. Y no puedo dejar de pensar en aquella peregrina que cargada con una bolsa enorme de aseo, hasta durmió con "rulos" en el albergue. Seguramente que más que peregrinar es hacer lo que se llama turismo.

Pero lo que hace tan especial el Camino de Santiago es el sentimiento de hermandad y ayuda que se vive. Esto es más importante que hacer kilómetros y coleccionar sellos en la Credencial. ¡Cómo olvidar aquel día en el albergue de la Xunta en Santa Irene, cómo hacer entender mi desesperación al realizarme que no llevaba conmigo esa Credencial¡ Una sensación de impotencia paralizó mis decisiones. Las perspectivas de alcanzar Santiago sin este "justificante" se disolvían entre lágrimas que no sólo eran del cansancio. Yo ya no estaba en situación de discurrir, pero el único posible sitio donde podría haberse quedado era en Arzúa, en una pequeña capillita donde sellé por última vez. Gracias a la hospitalera del refugio -una maravillosa casa de piedra con ventanas azules- y el guardia de seguridad de la Xunta que -cuando yo creía todo perdido y estaba dispuesta a regresar a casa- recorrió los kilómetros que separaban los dos albergues para entregarme el documento que habían conseguido encontrar. Y gracias también a mi hermana y a mi prima que nunca dejaron de ser optimistas -por lo menos no me lo hicieron notar- y se dedicaron a llamar por teléfono hasta dar con la solución sin hacer caso de su natural cansancio. Todo un ejemplo de hermandad y compañerismo.

Después de esto nos quedaba llegar a Santiago de Compostela. Aún nos esperaba una decepción: Monte do Gozo, pero sin gozo ninguno. El monumento conmemorativo de la visita del papa Juan XXIII es verdaderamente horroroso, y la inmensidad fría de lo que llaman albergue nos hicieron pasar sin apenas detenernos. Ya en Santiago se necesita casi una hora desde que pisas la primera avenida hasta que vislumbras las torres de la catedral. Después el callejón de Ánimas, plaza de Cervantes, vía Sacra, calle de Azabachería, plaza de las Platerías y por fin la Plaza del Obradoiro. Sólo entonces restan 33 escalones para llegar al Santo y abrazar su imagen.